La página 13
Había una vez, truz (chiste de mi viejo, si los hubo), en el que existía un periódico con dieciséis páginas, que iba de la uno a la dieciséis, pero que de repente pasó a seguir teniendo dieciséis páginas, pero esta vez de la uno a la diecisieste. ¿Acaso existía una página fantasma?. En realidad sí: la página trece.
De repente, uno pasaba dela doce a la catorce.
"Todo fue por una campaña contra nuestra imagen", admitió el director del periódico La Precordillera de Buena Nueva, Guaymallén, don Rodolfo Orozco Mondolfo. Pero averigüando por otra fuente informativa -porque en principio las únicas fuentes del caso estaban sobrepasadas de "líquidos del diablo", como solía llamar doña Fina a la cerveza y otros tragos domésticos-, encontramos lo más parecido a la verdadera historia, que a la vez coincidía con la versión más ebria, por las cuestiones ya mencionadas.
Todo comenzó cuando un joven conductor de radio advirtió que la parte fúnebre del diario de ese pueblo siempre salía en la página trece. "Será una mera coincidencia o un pacto publicitario con la Muerte -este último, personaje del film "Bill & Ted"-.Entonces se lanzó con un radioteatro donde La Muerte vendía publicidad para un diario, a cambio de tener su propia página de opinión, que sin dudas era la trece. Allí aparecía todos los días los avisos fúnebres. Ese periódico era tan, pero tan aburrido y chato, que las amas de casa solamente leían el Evangelio, la cartelera de cine y la página fúnebre, para chismear sobre quiénes se habían muerto ese día.
El radioteatro pegó tanto, que un oyente, de profesión escritor, publicó en Internet una serie de cuentos sobre los muertos de ese pueblo, que se juntaban en un bar del cementerio cada noche para leer la página trece y de este modo celebrar la bienvenida de los "nuevos". Para los muertos del cementerio, la página trece del diario era lo que para los vivos era la "página social".
"Che, ¡mirá quién vino hoy!", comentaba don Perea, fallecido hace ocho años. "Uhh!, yo a ese lo tuve de alumno hace ciento cuatro años", apuntaba doña Felicitas.
Estos y otros eran algunos pasajes de la seguidilla de cuentos referidos a la página trece, que muy pronto causó popularidad fuera del país y por ende, terror en la ciudad: fue justamente cuando Maximiliano Alvarez Bofe, el autor de esos cuentos, a raíz de los mismos ganó un premio en España y el periódico del pueblo tuvo que hacerle una entrevista para su suplemento filantrópico, como un acontecimiento de primer nivel. Para zafar de la situación, Alvarez Bofe explicó que se trataba de la página trece "de otro diario", lo que igual generó curiosidad y pánico en la misma población, sobre todo cuando metió la pata en decir que se había inspirado en los radioteatros de la página trece de Faustino Duarte Manríquez.
La obra de Faustino fue llevada al teatro por el griego Adriano Yonarópulos Rutus, con la obra "Monólogos de la Página Trece". La sección Espectáculos del periódico nunca le dio cabida a esta obra, ya sea desde una crítica o bien, desde un aviso publicitario.
Y si esto parecía poco, porque aún el periódico seguía con la costumbre de publicar la página de los muertos en la trece, esta vez un estudiante de cine, Luciano Blair, presentó como tesis un cortometraje de terror (“de terror”) llamado "La Página Trece". Era una idea original. Simplemente recopilaba de los noticieros y programas periodísticos de televisión, esa música tétrica que ponen cuando se hace un informe de un asesinato o secuestro. La historia se basaba en una peste que llegaba al pueblo y comenzaba a matar a todos los habitantes, hasta quedar un solo sobreviviente: el editor de la página fúnebre del diario, que además de informar las muertes registradas en el día, también sabía de antemano quiénes iban a morir, a tal punto que eran tantas las víctimas que parodiando a un diario contestatario de Argentina, llamado Página 12, decidió inventar "Página 13",un periódico con dieciséis páginas fúnebres, donde publicaban los que se habían muerto y los que se iban a morir.
Cuando se presentó el cortometraje, el pánico en el pueblo fue absoluto, porque nadie quería saber cuándo se iba a morir.
A raíz de la controversia generada por esta seguidilla de historias radiales, novelescas y cinematográficas, el director de "La Precordillera", Rodolfo Orozco Mondolfo, por primera vez en la historia de la prensa gráfica aplicó la "lógica del ascensor": suprimió el número trece y la misma pasó a ser la catorce. De este modo elevó en un número las páginas del periódico sin variar la cantidad de páginas.
De repente, uno pasaba dela doce a la catorce.
"Todo fue por una campaña contra nuestra imagen", admitió el director del periódico La Precordillera de Buena Nueva, Guaymallén, don Rodolfo Orozco Mondolfo. Pero averigüando por otra fuente informativa -porque en principio las únicas fuentes del caso estaban sobrepasadas de "líquidos del diablo", como solía llamar doña Fina a la cerveza y otros tragos domésticos-, encontramos lo más parecido a la verdadera historia, que a la vez coincidía con la versión más ebria, por las cuestiones ya mencionadas.
Todo comenzó cuando un joven conductor de radio advirtió que la parte fúnebre del diario de ese pueblo siempre salía en la página trece. "Será una mera coincidencia o un pacto publicitario con la Muerte -este último, personaje del film "Bill & Ted"-.Entonces se lanzó con un radioteatro donde La Muerte vendía publicidad para un diario, a cambio de tener su propia página de opinión, que sin dudas era la trece. Allí aparecía todos los días los avisos fúnebres. Ese periódico era tan, pero tan aburrido y chato, que las amas de casa solamente leían el Evangelio, la cartelera de cine y la página fúnebre, para chismear sobre quiénes se habían muerto ese día.
El radioteatro pegó tanto, que un oyente, de profesión escritor, publicó en Internet una serie de cuentos sobre los muertos de ese pueblo, que se juntaban en un bar del cementerio cada noche para leer la página trece y de este modo celebrar la bienvenida de los "nuevos". Para los muertos del cementerio, la página trece del diario era lo que para los vivos era la "página social".
"Che, ¡mirá quién vino hoy!", comentaba don Perea, fallecido hace ocho años. "Uhh!, yo a ese lo tuve de alumno hace ciento cuatro años", apuntaba doña Felicitas.
Estos y otros eran algunos pasajes de la seguidilla de cuentos referidos a la página trece, que muy pronto causó popularidad fuera del país y por ende, terror en la ciudad: fue justamente cuando Maximiliano Alvarez Bofe, el autor de esos cuentos, a raíz de los mismos ganó un premio en España y el periódico del pueblo tuvo que hacerle una entrevista para su suplemento filantrópico, como un acontecimiento de primer nivel. Para zafar de la situación, Alvarez Bofe explicó que se trataba de la página trece "de otro diario", lo que igual generó curiosidad y pánico en la misma población, sobre todo cuando metió la pata en decir que se había inspirado en los radioteatros de la página trece de Faustino Duarte Manríquez.
La obra de Faustino fue llevada al teatro por el griego Adriano Yonarópulos Rutus, con la obra "Monólogos de la Página Trece". La sección Espectáculos del periódico nunca le dio cabida a esta obra, ya sea desde una crítica o bien, desde un aviso publicitario.
Y si esto parecía poco, porque aún el periódico seguía con la costumbre de publicar la página de los muertos en la trece, esta vez un estudiante de cine, Luciano Blair, presentó como tesis un cortometraje de terror (“de terror”) llamado "La Página Trece". Era una idea original. Simplemente recopilaba de los noticieros y programas periodísticos de televisión, esa música tétrica que ponen cuando se hace un informe de un asesinato o secuestro. La historia se basaba en una peste que llegaba al pueblo y comenzaba a matar a todos los habitantes, hasta quedar un solo sobreviviente: el editor de la página fúnebre del diario, que además de informar las muertes registradas en el día, también sabía de antemano quiénes iban a morir, a tal punto que eran tantas las víctimas que parodiando a un diario contestatario de Argentina, llamado Página 12, decidió inventar "Página 13",un periódico con dieciséis páginas fúnebres, donde publicaban los que se habían muerto y los que se iban a morir.
Cuando se presentó el cortometraje, el pánico en el pueblo fue absoluto, porque nadie quería saber cuándo se iba a morir.
A raíz de la controversia generada por esta seguidilla de historias radiales, novelescas y cinematográficas, el director de "La Precordillera", Rodolfo Orozco Mondolfo, por primera vez en la historia de la prensa gráfica aplicó la "lógica del ascensor": suprimió el número trece y la misma pasó a ser la catorce. De este modo elevó en un número las páginas del periódico sin variar la cantidad de páginas.
Como esta crónica carece de una fecha específica, se dice que años más tarde Mondolfo trabajó en los diarios conservadores y tradicionales de Mendoza, que aún mantienen la costumbre de poner los avisos fúnebres en la página 13. No fue necesario llevar un CV. Su historia había sido la mejor presentación.